viernes, 24 de abril de 2009

Problemas cotidianos





Lunes: Llegar temprano a la oficina.
¿No será posible tener una tolerancia de 30 minutos sólo por los días Lunes?

Martes: Animar a la gente de la oficina para una chanchita para pedir pizza 2x1.
Y quedarme con la parte del león.

Miercoles: Ver como le hago con el trabajo.
Ya estamos a media semana y casi nada he avanzado.

Jueves: Elegir la película para ver en el cine.
Ojala que no haya mucha cola en el cine.

Viernes: Encontrar mesa en el patio de comidas o en rincón chelero.
¡Mesa, mesa, mesa que más aplauda!

Sábado: Salir solo de casa.
Sin que mi esposa pretenda acompañarme.

Domingo: Dormir hasta tarde.
¿Cómo hacer para dormir hasta tarde sin que me despierten los testigos de Jehova?

Finalmente, no me preocupa el fin del milenio, ni el fin del mundo, lo único que me preocupa es el fin de mes, o es que ¿alguien gana más de lo que gasta?.

lunes, 13 de abril de 2009

La partida que nunca perdí (ni gané)






Aquél fue el primer domingo, después de varios años de matrimonio, que mi esposa se quedaba sola en casa, lo que aprovechó para poner en práctica su habilidad con el ajedrez (como lo vine a saber después, al encontrar en la computadora varios gráficos de partidas ganadas en Internet).

Mi esposa es una buena ajedrecista, su afición al juego-ciencia se remonta a su niñez desde que fue entrenada por su hermano, y, en la empresa donde nos conocimos fui testigo de sus consecutivas victorias frente a varios colegas varones.

Por mi parte debo confesar que no sé jugar ajedrez, bueno, no es que sea un completo ignorante, puedo acomodar los trebejos sobre el tablero, conozco el movimiento de cada una de las piezas, sé que al inicio puedo avanzar dos escaques con el peón y otras cosas más; pero plantear una apertura y armar una estrategia que me permita salir airoso de una partida esta muy lejos de mi capacidad.

Disimular esa incapacidad en el colegio y en el barrio no fue difícil si se tiene en cuenta que nuestra principal afición era el fútbol. En la universidad la cosa no fue tan fácil, en especial en la época de cachimbo, toda vez que de cachimbo es cuando se tiende a dirimir ciertas superioridades masculinas y una de ellas era el intelecto. Mis excelentes notas y las apuestas que hacia con ellas en la universidad me crearon una fama de sabelotodo (pero nunca fui nerd) y ganador, si alguien me salía con la pretensión de jugar ajedrez conmigo inmediatamente replicaba “Pero con apuesta, 20 lucas*” y eso era suficiente para desanimar a cualquiera (en mi época de cachimbo tener 20 lucas en el bolsillo era casi una fortuna) pero no a Elvia (una de las pocas mujeres de la facultad y de muy buenos promedios), un día se me acercó y casi me retó “Elmo, te apuesto a que te gano jugando ajedrez” y como antes era más bruto que ahora, la ahuyenté con un “no juego con mujeres” (amigo blogleyente no me acuse de machista, porque lo soy, pero en este caso no se trata de machismo sino de brutalidad).

Aquel domingo al regresar a casa, mi esposa me esperaba con el tablero de ajedrez de cristal (comprado años atrás y que jamás imagine que iba ser estrenado en mi contra) dispuesto para una partida:

- Elmo, te juego ajedrez
- No tengo ganas (no le iba a decir que no sabía).
- Sólo una partida y nos vamos a cenar.
- Ya te dije que no (tratando de ser autoritativo).
- ¿Tienes miedo que te gane (golpeando mi masculinidad)?
- ¿En verdad crees que puedes ganarme? (lo dije tratando de intimidarla).
- Si y si quieres te doy las blancas (con eso ya había herido mi orgullo).
- Esta bien (lo dije sin medir las consecuencias)

Es así como se senté frente al tablero del ajedrez, ella hizo lo mismo, yo con las blancas, ella con las negras, avance mi peón dos casilleros, ella hizo lo mismo, avance otro peón, ella hizo lo mismo, las jugadas se fueron sucediendo hasta que hice un movimiento impensado con mi reina que la obligó a cavilar durante unos 15 minutos antes de hacer su movimiento para luego dibujar en su rostro un aire de satisfacción, es entonces cuando comprendí que había llegado muy lejos con el engaño y con el juego, eso iba a terminar en una catástrofe para mi ego.

Es entonces que para evitar una derrota humillante le confesé a mi esposa:

- Negra, la verdad es que no se jugar ajedrez.
- ¿Cómo no vas a saber?, si eres ingeniero.
- ¿Y eso qué?
- Pues todos los ingenieros saben jugar ajedrez.
- Pues, yo no.
- Si estabas jugando bien.
- Sólo movía las piezas.
- Pero, lo hiciste muy bien (lo tome como un cumplido).

Y le expliqué lo que usted ya conoce blogleyente, conozco la teoría del ajedrez pero nunca he enfrentado a nadie y menos he salido airoso de una partida de ajedrez. Para dar por estrenado su juego de ajedrez, ella me propuso jugar damas y los resultados fueron los mismos, catana-catana**.

* Luca: Dícese del Sol de oro, moneda peruana anterior a la brutalidad llamada Inti y al Nuevo sol. Por extensión a cualquier sol o inti peruano.
** Catana: Dícese de la derrota apabullante, golpiza o masacre.

P.D. Elvia si llegaras a leer este blog, te pido perdón por lo tosco, bruto y patán que estuve aquella vez, ahora sabes la verdad, no se jugar ajedrez.

jueves, 2 de abril de 2009

¿Cómo lo diría usted?

Al llegar a la oficina, mi jefa desde hace varios años Su trató de ponerme al tanto de las nuevas noticias:

- Elmo, ¿adivina quién esta en Lima?
- No, no sé.
- ¡Diego!, ¿te acuerdas de él?
- Claro que sí, Diego Mierdini.
- ¿Qué, no era Mardini?
- Si, pero yo le digo así
- ¿Porqué?
- Es una larga historia...

Diego es un excelente profesional en telecomunicaciones que actualmente trabaja en una compañía de telefonía en Miami y se encuentra en Lima por motivos de vacaciones.

Lo conocí cuando hacía una pasantía en el Laboratorio de Telemática de la universidad e incluso fue mi alumno. Como todo joven (que era para entonces) le entraba a la pornografía y era común encontrarlo en las computadoras del laboratorio mirando "chicas pobres" y "chicas malcriadas", cada vez que lograba descargar un video (tenga en cuenta que para entonces no existía Napster ni Kazaa) me lo mostraba como un si fuera un triunfo.

Aquél día llegué un poco temprano para una clase, ingrese al laboratorio donde se encontraba Diego y mientras esperaba que sea la hora de clase hice uso de una de las computadoras, Diego se acercó a mi efusivamente "Profe, mire lo que he descargado" se apoderó del computador que estaba usando e hizo reproducir un video XXX; ganado por la curiosidad me quede viendo aquél video, con el dedo índice en guardia en el botón derecho del mouse listo para cerrar el Windows Media Player apenas alguien entrara al laboratorio.

De pronto, hizo su aparición Su y aunque logré hacer el clic necesario para cerrar el video, éste se negó a responder (una vez más que la tecnología me fallaba) y el video siguió reproduciéndose, con Su a mi lado yo estaba con la cara llena de vergüenza, la boca vacía de palabras, sin capacidad de reacción y el computador colgado pero reproduciéndo aquél infame video.

Diego se acercó con un cinismo digno de cualquier político y fingiendo haber sido sorprendido, echó toda la gasolina que pudo al fuego en el que me estaba quemando: "¡Profe, ¿usted?!, cuando usted me pidió una computadora yo pensé que era para algo serio, no para ver esas cosas. ¡Se me cayó profe!"

Cuando Su salio del laboratorio diciendo "Elmo, cuando termines vas a mi oficina", Diego comenzó a morirse de la risa:

- Profe, pero ¿porqué no cerró el Media Player?
- No ves que esta colgado (casi gritando).
- Pero hubiera apagado el monitor, ¡ahí se quedó profe!
- Si, me bloquee, pero lo que hiciste no tiene nombre, desde ahora para ti soy el señor Nofeo y para mi tú eres Diego Mierdini.

Amigo blogleyente, ahora que conoce la historia, ¿cómo lo diría usted, Mardini o Mierdini?