Debía realiza un trámite en una entidad pública, por lo que me apersone a primera hora a dicha entidad y era el primero en la cola.
Mientras esperaba al otro lado de la ventanilla de atención, el personal de aquella entidad empezó a llegar. Cuando llegó la señorita que atendería la ventanilla en la que me encontraba, se sentó y empezó a buscar en los casilleros de su escritorio, sacó frasco con un líquido celeste lo roció en un trapo blanco y comenzó a limpiar la luna de la ventanilla.
Lo hizo varias veces y con tal fruición que me animé a decirle “señorita, no culpe a la luna, la luna está limpia, mi cara es así”, se rió y me atendió con una cortesía que uno no espera en una entidad pública.